El sector privado de salud dio respuesta eficiente y rápida a los pacientes, pero se sigue en alerta permanente.
La pandemia motivada por el SARS-CoV-2 es el hecho adverso más grave acontecido en los últimos 50 años. Ni los anales sanitarios ni las referencias de profesionales que vivieron ese interregno registran algo similar. A los equipos de salud integrados por médicos, enfermeros, bioquímicos, investigadores y tantos otros, el Covid-19 nos desafía constantemente, especialmente ante la incertidumbre que se tiene respecto de su rumbo, sus variantes, nuevas cepas y secuelas, siempre variadas. Es necesario que se sepa que salvo el recurso de la inmunización previa a su contagio que puede otorgar la vacunación no existe terapéutica probada por las ciencias médicas que permita revertir la enfermedad cuando está desatada y en su máxima virulencia.
Las estrategias han sido fútiles, en su gran mayoría, y esa impotencia que tenemos los actores del sistema de salud nos sobrecoge y abruma. Es que en muchos casos no hemos podido recuperar a pacientes con complicaciones, y eso ocurrió sin distinciones: familiares, amigos, cuerpo médico, gente mayor, personas jóvenes. El Covid-19 no hace excepciones, es implacable. Un adversario al que siempre corrimos de atrás. La contra estación respecto del hemisferio norte, la experiencia recogida de otras latitudes, las medidas de aislamiento (de graves consecuencias económicas, educativas y sociales) dieron la posibilidad de abastecer a la salud pública y privada de equipamiento y sobre todo entrenar rápidamente a los recursos de la salud, sobreponerse al temor y velar por la seguridad de pacientes y de todo el conjunto, mediante protocolos de extrema severidad.
Fue necesario “montar” dos hospitales en uno, dos sanatorios en uno, es decir, conformar áreas Covid y no Covid para no convertir a estos centros en focos de diseminación de contagios. Nuestra experiencia de coordinación entre el sector privado y las autoridades municipales y provinciales, aceitada desde hace años, nos permitió desarrollar una sinergia en la ciudad de Rosario, muy virtuosa y con resultados muy positivos: el sistema soportó la carga extraordinaria de pacientes Covid y los servicios de asistencia respondieron satisfactoriamente, desde la altísima complejidad hasta las prestaciones más simples.
Es por ello que se puede afirmar, sin vanagloria, que el sector privado de salud estuvo a la altura de las circunstancias, dando respuesta eficiente y rápida a los pacientes de todos los financiadores de la salud: Pami, Iapos, obras sociales sindicales, de empresas, de personal superior, mutuales, cajas profesionales y empresas de medicina privada. También se recibieron pacientes de efectores públicos. De todos modos, se trata de una historia que aquí se relata pero cuyos capítulos tanto del presente como del futuro están por verse. Se sigue en estado de alerta ante el vaticinio de una segunda ola de contagios, ingreso de cepas más virulentas ubicadas en Inglaterra y en Brasil, y la demora en la vacunación de la población, sumado al relajamiento de las medidas sociales e individuales de protección. Sorprende que nuestro sector privado de salud no sea tenido en cuenta por el Estado nacional a la hora de reconocer el esfuerzo que se ha desplegado, y por eso debe reiterarse que no requiere “palmaditas” (alcanza el agradecimiento de los pacientes), sino que se necesita que su esfuerzo prestacional sea resarcido con equidad, pues es sabido que la nafta, impuestos, insumos, salarios y servicios incrementan su precio pero la atención de la salud debe continuar a valores que han tenido actualizaciones exiguas en 2020 y que para 2021 todavía no se avizoran. Es nuestro único recurso para garantizar la sustentabilidad de nuestras instituciones y nuestro compromiso con la totalidad de los pacientes.
Por Roberto Villavicencio, miembro de la Unión Argentina de Salud (UAS) y Presidente de la Asociación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales Privados de Rosario
FUENTE: LA CAPITAL