En la Semana de Prevención de la Muerte Súbita, los expertos alertan sobre la necesidad de distribuir desfibriladores y capacitar a la población en RCP
Sucede todo el tiempo. Más de cuatro veces por hora, 110 veces por día, 40.000 veces por año. Alguien que aparentemente no tenía ningún problema de salud se desploma de golpe y, si no recibe asistencia inmediata, fallece. La muerte súbita explica casi la mitad de los decesos por causa cardiovascular en nuestro país; por eso, la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), la Fundación Cardiológica Argentina (FCA) y la Federación Argentina de Cardiología (FAC) crearon una iniciativa únicamente argentina: la Semana de Prevención de la Muerte Súbita, que este año se realiza entre el 20 y el 27 de agosto.
“En el 90% de los casos de muerte súbita lo que sucede es que el corazón antes de detenerse produce una arritmia llamada fibrilación ventricular, que lo hace temblar. Y un corazón que tiembla no puede contraerse; entonces, si no se actúa de inmediato, sobrevienen el paro cardíaco y la muerte”, afirma Mario Fitz Maurice, jefe de Arritmias del Hospital Rivadavia, director del Consejo de Arritmias de la SAC y director del Instituto Nacional de Arritmias (Inadea).
La clave de este tipo de episodios, que pueden suceder a cualquier edad, pero son mucho más frecuentes con el paso de los años, es que existe una ventana de cuatro minutos durante los cuales, si se reciben maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) y se aplica un desfibrilador automático que normaliza la actividad eléctrica del corazón, hasta el 80% de las personas pueden llegar con vida al hospital. “Así, por ejemplo, fue reanimado el futbolista danés Christian Eriksen, en junio del año pasado, cuando se desplomó en la cancha y llegó vivo al hospital. Después, lo trataron por la arritmia que sufría y ahora volvió a jugar”, puntualiza Fitz Maurice.
Los menores de 35 años –agrega el cardiólogo– suelen tener arritmias por algún problema cardíaco congénito que genera inestabilidad eléctrica de su corazón, pero entre los mayores de esa edad el motivo más frecuente de muerte súbita son los conocidos factores de riesgo cardiovascular: hipertensión arterial, colesterolemia, diabetes, sobrepeso y obesidad, tabaquismo. Si no se controlan, producen obstrucciones en las arterias coronarias (las que irrigan de sangre al corazón) y causan infartos. “Uno de cada cuatro infartos ‘debuta’ con muerte súbita, no llega al hospital; la falta de circulación en el corazón causa esta arritmia y esa arritmia produce el paro cardíaco y la muerte”, explica Fitz Maurice.
Cadena de supervivencia
“El paro cardíaco no es sinónimo de muerte súbita –dice Fernando Scazzuso, jefe de Electrofisiología y Arritmias del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA)–. El corazón se detiene, pero se puede volver a hacerlo latir. El problema de nuestro país es que tenemos una mala cadena de supervivencia: las ambulancias no llegan, no hay desfibriladores en lugares públicos, no hay suficiente población entrenada en maniobras de RCP. Y el 70% de los casos de muerte súbita se produce en la vía pública, nos encuentra haciendo nuestras cosas. Por eso la importancia de que la población sepa cómo actuar”. Si la persona es correctamente reanimada, tendrá más posibilidades de llegar con vida al centro asistencial para recibir el tratamiento requerido, generalmente la desobstrucción de sus arterias coronarias mediante una angioplastía.
Scazzuso añade que la SAC, la FCA y el ICBA organizan varias veces por año cursos gratuitos de RCP y que en algunos países se enseña en la escuela. “Seattle, en los Estados Unidos, es el ejemplo mundial de cómo prevenir la muerte súbita. Hay desfibriladores colgados de los semáforos y los chicos aprenden RCP desde los 7 años. La RCP es el puente que permite y da tiempo a la llegada del desfibrilador para salir del paro cardíaco. Nuestra utopía debería ser recuperar todos los paros cardíacos y evitar que degeneren en muerte súbita”, asegura el especialista.
Recientemente, y después de siete años de su sanción, que fue en 2015, fue reglamentada en nuestro país la Ley 27.159 de Muerte Súbita. “Vamos a capacitar y generar un registro de instructores de RCP, y a realizar el primer encuentro de instructores para darle una fuerza a esta ley nacional, tener adherencia en las jurisdicciones y que se pueda replicar en todo el territorio”, afirma Gisele Gambetta, responsable de la Dirección Nacional de Emergencias Sanitarias (Dinesa). La norma establece la obligatoriedad de contar con al menos un desfibrilador automático en lugares con concentración o circulación diaria de más de 1000 personas y en las aeronaves, embarcaciones o trenes de larga distancia con capacidad para 100 o más personas y hoteles con más de 25 habitaciones.
“Esta ley se aboca a generar espacios cardioasistidos –detalla Mario Boskis, director general del grupo cardiólogo Boskis– y a que ambientes como aeropuertos, gimnasios, shoppings, estadios o cualquier espacio de gran concurrencia de personas cuenten con desfibriladores automáticos y personal capacitado en maniobras de RCP para dar asistencia precoz a la víctima. Podemos presenciar este tipo de situaciones en la calle, en el club, en el lugar de trabajo, en el gimnasio… Cualquiera de nosotros puede salvar la vida de una persona”.
Fitz Maurice, que dio una charla Ted de 11 minutos sobre cómo ayudar ante una muerte súbita (https://www.ted.com/talks/mario_fitz_maurice_como_ayudar_ante_una_muerte_subita?language=es), explica que el desfibrilador automático es muy sencillo de usar, tiene instrucciones claras en el idioma del país donde ha sido instalado y puede ser operado por cualquier persona, aun sin experiencia. “El desfibrilador detecta el temblor, la fibrilación ventricular. Únicamente si la detecta dará la descarga eléctrica. Si no, no hará nada”, sostiene.
¿Cómo actuar en estos casos? Quien sea capaz de brindar asistencia deberá chequear que la persona desmayada no responde ni respira (hay que observar si mueve el tórax), pedirá que llamen al 107 (“no al 911, ese no es el número, nos confundimos por las series estadounidenses”, enfatiza el cardiólogo), comenzará con las maniobras de RCP de inmediato y aplicará el desfibrilador, siempre dentro de los cuatro minutos de producido el episodio.
“La realización de maniobras de RCP en forma inmediata puede demorar unos minutos más la ventana para la aplicación o llegada del desfibrilador”, advierte Scazzuso.
Deportes y factores de riesgo
Scazzuso señala que el caso del soldado Filípides –que corrió casi 42 kilómetros entre las ciudades de Maratón y Atenas, y luego se desplomó y murió– es el primer registro histórico documentado de muerte súbita. “Y es un buen ejemplo para hacernos reflexionar sobre los recaudos que tiene que tomar cualquier persona que realiza una actividad física regular. Filípides murió seguramente por el esfuerzo agotador. Cada persona necesita conocer su condición física y, de acuerdo con eso, determinar la intensidad del ejercicio. La actividad física moderada favorece el corazón. En el deportista de alto rendimiento la chance de desarrollar una enfermedad cardiovascular es más alta”, describe.
El cardiólogo del ICBA señala además que un aspecto muy importante de la muerte súbita es que ocurre en personas “aparentemente” sanas. “Es una muerte repentina, inesperada, no agónica, y en general existe algún o algunos síntomas que no siempre se identifican y que se producen entre 6 y 24 horas antes de que ocurra –añade–. La muerte súbita está causada por los mismos factores de riesgo cardiovasculares de los que hablamos siempre. Una persona, por ejemplo, puede ser hipertensa y no saberlo, porque la hipertensión no da síntomas. Las autopsias de quienes fallecieron por muerte súbita demuestran en del 80 al 90% de los casos la presencia de enfermedad cardíaca previa no conocida, es decir, estaban sanos solo aparentemente. Quienes tienen factores de riesgo o alguna enfermedad cardiovascular, pero están bajo tratamiento y supervisión médica, pueden estar tranquilos. Las víctimas de muerte súbita son, en su gran mayoría, personas no controladas ni diagnosticadas, que no recibían ningún tratamiento pero que estaban enfermas”.
Por: Gabriela Navarra
Fuente: La Nación