Advierten que 8 de cada 10 personas que sufren muerte súbita tienen problemas coronarios que podrían haber sido tratados

Especialistas buscan reforzar la importancia de la prevención y de aprender a actuar en un caso de emergencia; fallecen por esta causa unas 40.000 personas por año

En la Argentina mueren súbitamente, según la Fundación Cardiológica Argentina, 40.000 personas al año. Ocho de cada diez fallecidos por esta causa tienen una enfermedad coronaria que puede prevenirse o tratarse. Por eso, a nivel mundial, del 21 al 27 de agosto se celebra la Semana de la Muerte Súbita, una oportunidad para reforzar la importancia de la prevención y aprender cómo actuar en un caso de emergencia, algo fundamental si se tiene en cuenta que el 70% de los casos ocurre en espacios extrahospitalarios.

La muerte súbita es fallecimiento repentino e inesperado de una persona aparentemente sana. Sin embargo, no es un episodio aislado: constituye un evento final vinculado a problemas del corazón, que muchas veces se fueron desarrollando durante años en silencio o sin ser debidamente controlados.

“La incidencia de muerte súbita aumenta de manera significativa a partir de los 45 años y se atribuye a una mayor prevalencia, coincidentemente, de la enfermedad coronaria. En la juventud, en cambio, está vinculada a causas congénitas, como las arritmias y las anomalías anatómicas cardíacas. En los primeros años de vida, en tanto, la incidencia es diez veces menor”, explica el cardiólogo Fernando Scazzuso, jefe de Electrofisiología y Arritmias del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA).

En la Argentina, la muerte súbita no es reportada como causa de defunción en las estadísticas oficiales, por lo que no hay registro fehaciente de casos. Sin embargo, sobre la base de reportes nacionales y estudios internaciones, desde el Ministerio de Salud de la Nación se estima que provoca más de 40.000 fallecimientos cada año.

“La incidencia aumenta a partir de los 45 años porque la causa más frecuente (80% de los casos) es la enfermedad coronaria y esta se suele expresar también a partir de esa edad. La segunda causa (15%) es la presencia de miocardiopatías (enfermedades del músculo cardíaco) y su progresión aumenta el riesgo de muerte súbita con la edad. Finalmente existen trastornos de base genética, que se expresan como trastornos eléctricos a edades tempranas, que representan el 5% de las causas de muerte súbita cardíaca”, coincide el cardiólogo Ignacio Mondragón, que integra el servicio de electrofisiología del ICBA.

Los factores de riesgo

Si bien el evento que lleva a la muerte súbita es repentino, el proceso previo de la enfermedad coronaria es lento y progresivo. “Se da durante 15 o 20 años de enfermedad asintomática, en los que las arterias coronarias se obstruyen por el depósito de grasa (colesterol). Este fenómeno fisiopatológico se desarrolla, sobre todo, en personas con tabaquismo, hipertensión, diabetes, obesidad y sedentarismo”, detalla Scazzuso.

Y con dichas condiciones de riesgo, agrega el especialista, las situaciones de estrés provocan un aumento de la muerte súbita por la obstrucción aguda de las arterias del corazón e infarto masivo.

“Lamentablemente, desde la pandemia cuesta normalizar que el paciente retome el hábito de hacerse los controles periódicos que durante dos años quedaron postergados y hoy vienen con una enfermedad más avanzada. Todavía estamos viendo las consecuencias de esto”, indica Augusto Atienza, jefe del laboratorio de Electrofisiología y Arritmias del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires.

Los factores de riesgo más influyentes son los antecedentes familiares de muerte súbita. El tabaquismo es otra causa de muerte súbita, porque provoca enfermedad vascular, y el riesgo aumenta si el fumador hace ejercicio de manera intensa. En esos casos, el riesgo –según Mondragón– es nueve veces mayor. Si bien el sedentarismo no es un factor de riesgo directo, remarca el especialista, es importante aclarar que la actividad física es una herramienta clave para otros que sí lo son, como la obesidad y la diabetes.

A su vez, Mondragón cita una investigación poblacional de Oregón, Estados Unidos, llamada SUDS (Sudden Unexpected Death Study), que detectó que algunas señales precedentes a la muerte súbita pueden aparecer hasta 4 semanas antes. “En este estudio las personas que consultaron o activaron el sistema de salud tuvieron más chances de sobrevivir a este evento. Los primeros síntomas fueron dolor de pecho, disnea, síncope y síntomas tipo gripales”, destaca.

Cómo reaccionar ante una emergencia

En la antesala de la muerte súbita se altera el ritmo cardíaco subyacente, lo cual lleva a que el corazón deje de latir. Por eso, es necesario actuar inmediatamente cuando se ve que una persona pierde el conocimiento, no responde a estímulo alguno, deja de respirar o pierde la coloración de la piel.

Si bien la Argentina cuenta con la ley 27.159, que establece que los lugares públicos y privados de acceso público deben contar con desfibriladores externos automáticos (DEA) y el personal de los mismos debe contar con la capacitación para emplearlos y hacer maniobras de reanimación básica, “todavía no se reflejan los resultados de estas medidas”, sostiene Atienza.

Por eso, hace hincapié en la importancia de que cualquiera aprenda cómo hacer reanimación cardiopulmonar (RCP). “Los primeros cinco minutos desde que la persona presenta los síntomas mencionados son claves para aplicar los masajes de RCP y las descargas del desfibrilador. Cuanto más tiempo pase, mayor será el daño que puede tener la persona si sobrevive”, dice el profesional.

De acuerdo con el Ministerio de Salud de la Nación, los pasos a seguir son:

  • Descarte peligros al acercarse a la víctima. Llame o haga llamar al servicio de emergencias sanitarias (SES). Coloque boca arriba a la víctima sobre una superficie dura (suelo).
  • Evalúe el estado de conciencia de la víctima: sacuda suavemente sus hombros; hable fuerte y pregúntele: “¿Me escucha?”. Si no hay respuesta, si es posible consiga o haga traer un DEA y comience con las compresiones.
  • Compresión: coloque el talón de una mano y luego la otra mano encima, entrelace los dedos, que no apoyen sobre las costillas para evitar dañarlas, en el extremo inferior del esternón.
  • Adopte una postura erguida, los hombros deben estar alineados encima del esternón de la víctima; realizar la compresión, cargando el peso del cuerpo sobre los brazos rectos de manera que el esternón baje 5 a 6 centímetros. Importante: no doblar los codos.
  • Realice 30 compresiones ininterrumpidas. Repita 5 ciclos (a un ritmo de entre 100 y 120 compresiones por minuto). Revalúe, si no hay respuesta continúe con las mismas hasta que llegue el SES.
  • En caso de contar con un desfibrilador externo automático, úselo. El aparato le dará las indicaciones.
  • Si la persona empieza a respirar, ponerla de costado hasta que la asista el servicio de emergencias médicas.

Por: Alejandro Horvat

Fuente: La Nación

<< VOLVER