Especialistas destacan los avances registrados en las terapias y alientan la detección temprana.
Un tipo de cáncer que puede resultar difícil de detectar: los linfomas no suelen dar pistas en análisis de laboratorio y los síntomas pueden llegar a ser inespecíficos, como perder mucho peso, sudar mucho de noche o estar demasiado cansados.
Sin embargo, hay datos alentadores: especialistas coinciden en afirmar que en los últimos años se ha avanzado en nuevas oportunidades terapéuticas en pacientes con linfomas, sobre todo en aquellos que presentan recaídas o no responden a la quimioterapia.
En el Día Mundial del Linfoma -en Argentina se producen unos 4.500 casos nuevos al año- el hincapié está puesto en fomentar el diagnóstico temprano y en dar a conocer que hoy existen opciones de tratamiento menos invasivas: sin realizar quimioterapia, a través de terapias celulares o de anticuerpos monoclonales.
Linfoma: qué es
El linfoma es un tumor que se genera en las células del sistema linfático, informan del Instituto Alexander Flemming (IAF). Este sistema está constituido por una red de tejidos y órganos que producen, almacenan y transportan los glóbulos blancos que le permiten a nuestro cuerpo combatir las infecciones. Por eso tiene un rol central en la respuesta inmunitaria.
Este sistema, clave en la defensa del organismo, puede ser blanco de patologías graves como este cáncer, que se origina en los linfocitos, es decir, las células que conforman el sistema linfático.
A diferencia de lo que ocurre con el proceso normal de las células (esto es, proliferar y morir «de forma ordenada»), hablamos de linfoma cuando se comprueba que los linfocitos sufren mutaciones que les permiten no solo sobrevivir sino también acumularse en ganglios, bazo, médula ósea o en otros órganos del cuerpo (lo que se conoce como compromiso fuera de los ganglios, o extranodal).
Este tipo anómalo de linfocitos comienzan a multiplicarse y distribuirse dentro del sistema encargado de defendernos.
No solo ganglios: síntomas del linfoma
Los síntomas del linfoma pueden ser más o menos visibles. El más frecuente es la aparición de ganglios palpables, duros y no dolorosos, en el cuello, la axila o la ingle.
Sin embargo, también hay otro tipo de síntomas asociados al linfoma que son menos comunes y se conocen como «síntomas B».
«Estos comprenden: pérdida de peso de más del 10% sin causa aparente que lo justifique, fiebre de predominio vespertino y sudoración nocturna profusa. También la astenia marcada y, en el linfoma de Hodgkin, la aparición de prurito”, explica la doctora Laura Korin, miembro del staff de Hematología del IAF.
Hodgkin y no Hodgkin: cuáles son los subtipos
Estos tumores están divididos en dos subtipos: linfoma de Hodgkin y linfoma no Hodgkin.
Según datos publicados por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), el primero se propaga de manera ordenada de un grupo linfático a otro, mientras que el segundo se disemina a través del sistema linfático de manera desordenada.
Según explica Korin, los más comunes son linfomas no Hodgkin, que a su vez se subdividen según el linfocito que le dio origen: B o T.
“Los linfomas no Hodgkin B, también pueden clasificarse según el comportamiento clínico en linfomas indolentes y linfomas agresivos. El más frecuente es el linfoma difuso de células grandes B, que es de comportamiento agresivo”, precisa Korin.
También informa que según datos del Global Cancer Observatory (GLOBOCAN), en 2020 se reportaron 3.557 nuevos casos de linfoma no Hodgkin y 1.022 de linfoma de Hodgkin en nuestro país. De acuerdo a las últimas cifras publicadas por el Ministerio de Salud de la Nación, cada año causan 1.357 y 170 muertes, respectivamente.
¿Puede prevenirse el linfoma?
Korin indica que si bien la ciencia aún no logró determinar cuáles son las causas que producen un linfoma, existen algunas pautas que pueden ser de utilidad.
“Hay ciertos factores, como por ejemplo la edad, la historia de enfermedades autoinmunes o la infección por VIH, que pueden aumentar el riesgo de desarrollarlo», indica.
La profesional admite que no hay una manera de prevenir el linfoma. «Sin embargo, la consulta precoz ante la aparición de síntomas relacionados puede ayudar a detectar la enfermedad en estadios más tempranos”.
El impacto de la pandemia
En ese sentido, la falta de chequeos que se registró durante la etapa crítica de la pandemia, impactó negativamente en el diagnóstico precoz de esta enfermedad.
Según Korin, las consecuencias de estas omisiones ya se pueden percibir en los consultorios de los médicos: en la actualidad, observan un porcentaje mayor de pacientes con estadios más avanzados por consultas tardías.
“También observamos una reducción en las consultas de seguimiento de los pacientes tratados previamente por linfoma y esto podría implicar un retraso en la detección de recaídas”, alerta.
Cuándo suelen aparecer los linfomas
A la hora de hablar de las edades en las que suelen desarrollarse los linfomas, la hematóloga se refiere nuevamente a algunas diferencias según el subtipo.
“El linfoma no Hodgkin puede ocurrir a cualquier edad, pero es más frecuente en adultos mayores. En cambio, el linfoma de Hodgkin, tiene su pico mayor de incidencia en adultos jóvenes y luego un segundo pico en mayores de 60 años”, aclara la experta.
Tratamiento: ¿hay cura para los linfomas?
«A diferencia de los cánceres en órganos sólidos, los linfomas no tienen normalmente un lugar primario de origen, por lo que la cirugía no cumple ningún rol en el tratamiento», explica German Stemmelin, jefe del Servicio de Hematología del Hospital Británico y ex Presidente de la Sociedad Argentina de Hematología (SAH).
En este sentido, explica que los linfomas no suelen invadir estructuras vecinas, sino que» se hacen espacio entre ellas».
«Ningún paciente es tan añoso o frágil para no poder recibir algún tipo de tratamiento. Un alto porcentaje de pacientes es tratado con el propósito de alcanzar la curación definitiva y en otros se busca el control por tiempos muy prolongados», alienta.
En tanto, Astrid Pavlovsky, especialista en medicina interna y hematología, y directora médica en el Centro de Hematología Pavlovsky, asegura: «Los tratamientos para los linfomas dependen del tipo y la etapa de la enfermedad, del estado general de salud y de las preferencias del paciente».
«El objetivo -continúa- es destruir tantas células cancerosas como sea posible y llevar la enfermedad a la remisión completa».
La médica destaca que hoy en día todos los pacientes con diagnóstico inicial de linfoma tienen una opción terapéutica.
«Un diagnóstico correcto y oportuno resulta clave para la elección del tratamiento. Hoy los pacientes con linfoma tienen la posibilidad de curarse y de tener una larga sobrevida con un tratamiento adecuado», afirma.
Y detalla cuáles son las opciones disponibles, que en algunos casos pueden combinarse:
- Vigilancia activa. Esta opción suele ser la indicada cuando se decide no iniciar tratamiento en linfomas indolentes que no generan síntomas ni riesgos inminentes.
- Inmunoterapia. Los tratamientos con anticuerpos monoclonales -creados artificialmente en un laboratorio para combatir las células cancerosas- son la gran novedad de estos últimos años. «Estos anticuerpos monoclonales son usados contra antígenos del linfoma, anticuerpos conjugados con fármacos citotóxicos, anticuerpos biespecíficos que unen a los linfocitos B del linfoma con los linfocitos T del paciente, y la terapia con CAR-T (aún no disponible en Argentina) con la que se modifican linfocitos T del paciente para atacar a las células del linfoma», amplía Korin.
- Drogas blanco dirigidas. «Con respecto a la terapia blanco dirigida -destaca Korin-, en ciertos linfomas disponemos de fármacos que bloquean vías de señalización que son necesarias para la supervivencia de las células malignas”.
- Quimioterapia. Se utilizan medicamentos para destruir las células de rápida proliferación.
- Radioterapia. Es un tratamiento que resulta útil en algunos linfomas en estadios localizados.
- Trasplante de médula ósea. Implica el uso de altas dosis de quimioterapia para suprimir la médula ósea. Luego, las células madre sanas de la médula ósea del paciente o de un donante se infunden al paciente, viajan a los huesos y reconstruyen la médula ósea. Los trasplantes sólo se indican en situaciones determinadas.
Por: Ludmila Moscato
Fuente: Clarín Buena Vida